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EL GORRION MUERTO





Eran las 7:00 de la noche. Las calles de Barrios Altos con su tenue alumbrado invitaban a los niños y a las señoritas a meterse a sus casas. Mis padres me dijeron que cuando se me ocurra caminar solo que tenga mucho cuidado. Bueno, a veces suelo obedecer y a veces no, y en este caso parece que desoí el consejo de mis progenitores. Sucede que ahora estaba  por la avenida Grau porque tuve que visitar a algunos amigos de la Universidad y de pronto se me ocurrió ir a la casa de Fernando para que me oriente sobre un trabajo del curso de Historia del Pensamiento Económico que tenía que tener listo para el día siguiente.
- Dime Fernando ¿esta zona por donde  vives es tranquila o no?
- La verdad Christian te diré que en las noches es el asunto. Tú puedes transitar hasta ciertas horas, pero a partir de las 8 ó 9 de la noche empiezan a salir los fumones y la gente malandra, y hay que tener cuidado.
Bien, sabía que debía tomar mis precauciones a la hora de salir. Aunque Fernando me había dicho que me quede a dormir porque ya eran las 10:30 de la noche, le dije que no podía, porque aún tenía que hacer otras tareas que las había dejado inconclusas. Nos tomamos un café, charlamos un poco, y ya eran como las 11 de la noche, así que me despedí, aunque mi amigo insistía en que me quede, le dije que no.
Cuando salí vi a algunas personas caminando, entonces pensé que probablemente no me pasaría nada, y si algo sucediera, pues tendría que hacer lo que todo hombre valiente y sensato haría en mi lugar, correr. Mientras caminaba veía de lejos a un grupo de jóvenes más o menos a una distancia de 50 metros que estaban riéndose, y podía ver que libaban licor. Esto me preocupó, pero me dije “estás con el Señor, ánimo”.
En el suelo vi un bulto que se movía, me llamo la atención; como esa parte de la calle estaba oscura, pensé que se trataba de una rata moribunda, cuando me acerqué más vi que era un gorrión herido. Lo cogí, miré su pierna que la tenía rota, de seguro que alguno de los muchachos con su honda debe haberlo derribado. Intenté ponerlo en un hueco que había en la pared de una casona vieja para que pueda abrigarse, porque pensé que en la intemperie alguien podía pisarlo, o un gato comérselo. El hueco estaba un poco alto así que me apoyé en la reja contigua, trepé un poco y logré meterlo. Fue en ese instante que una señora salió del callejón de la acera de enfrente y pensó que estaba queriendo meterme en la casa para robar. Así que empezó a gritar frenéticamente.
- ¡Auxilio! ¡auxilio! ¡un ladrón quiere meterse en esa casa!
Los jóvenes que estaban libando al escuchar los gritos de la señora botaron sus botellas y vi que se dirigían hacia mí.
- ¡Allí está muchachos vamos a darle duro!
En segundos pensé en todo el consejo que me habían dado mis padres y en la prudente invitación de Fernando a quedarme. Por otro lado, me dije “animo Christian, pero………¡corre!”. Le hice caso a mi instinto de conservación, pero creo que también el Señor me decía que me ponga a buen recaudo.
Mientras corría me arrepentía de haber dejado mis clases de Tae Kwondo hacía un mes, sin embargo, estaba saliendo desde hacía una semana a correr por las mañanas, y creo que esto me ayudo para poder sacarles alguna ventaja a esos muchachos. Había uno que otro gordo que tiró la toalla. Pero entre esa jauría que venía hacia mí vi a uno que adelantaba a todos y era el más rápido, esto me preocupó. Así que tuve que sacar todas mis energías para poder correr lo más que podía, pero veía que el chico con porte atlético me alcanzaba. Doblé una esquina y me metí en una calle aún más oscura intentando ocultarme en algún sitio. Encontré una casa abandonada y me metí allí. Por supuesto, sin importarme lo que pudiera haber allí; ya adentro vi un cilindro viejo lleno de chatarra, decidí esconderme detrás de él.
Esperé unos minutos, pero nadie se acercó. “Espero que se hayan pasado  de largo, Señor”. Habrán pasado unos diez minutos y no pasaba nada, creo que fue en esos momentos cuando hice una de mis oraciones más desesperadas. “Señor ahora como nunca necesitó tu ayuda”. Esperé media hora y nada, sin embargo, tenía miedo de salir, así que esperé otros diez minutos y dije: “Gracias Señor, parece que ya se fueron”. Me dispuse a salir y fue cuando sentí una mano que me agarraba el hombro y me jaló hacia atrás. Sentí que el corazón se me salía por la boca, me atravesó un escalofrío mortal. Pensé que había llegado mi hora de partir a la eternidad.
Cuando volteé para ver de quién se trataba, pues era el joven atlético que me perseguía.
- ¿Creías que te escaparías no? -dijo con una voz que parecía la de un niño.
- Oye, disculpa, pero creo que hay un mal entendido -le dije tratando de avistar mejor su rostro en medio de la oscuridad- Lo que pasa es que encontré….
- No me des explicaciones compadre -interrumpió- ¿No te das cuenta que estás  en mi territorio? Es peligroso lo que has hecho, la gente está asada y si te encuentran, te van a linchar bien feo.
Cuando me dijo eso, pensé en lo que dijo Pablo: “el morir es ganancia”. Miraba hacia la entrada, seguro que en cualquier momento entra la banda y me harán todo lo que me dijo aquel joven.
- ¿Antes de morir dime cuáles son tus últimos deseos? -dijo aquel muchacho mientras sacaba algo de su bolsillo.
- Estaba saliendo de la casa de un amigo de la Uni.
- ¿Cómo se llama tu amigo? -interrumpió.
- Fernando….
- ¿Fernando Cabieses? -preguntó sorprendido.
- Así es. ¿Lo conoces?
- ¡Cómo no lo voy a conocer! Es mi primo.
Me preocupaba lo que tenía en la mano, pensé que era una pistola. Estaba elevando al Creador mis últimas plegarias, cuando noté que se lo llevaba al oído…. ¡era un celular! Vi que marcaba un número.
- Aló Fernando….hola cómo estás habla Bobby. Estoy en la casona de Eulalia, dime tengo en mi delante a un pata que dice que te conoce…..¡Ah! bien se lo preguntaré.
- ¿Cómo te llamas? -me preguntó el muchacho.
- Christian Jesualdo -debo admitir que estaba nervioso, mi vida ahora dependía de Fernando.
- Correcto -dijo meneando la cabeza- Me encargaré de él entonces.
- Te lo dije…¿me conoce sí o no?
- No -dijo mientras  llevaba su otra mano a su espalda y vi que sacó un verduguillo-, no te conoce. Parece que estás en serios problemas compadrito.
Sentí que ahora mi alma se salía de mi cuerpo. No podía creer que Fernando me desconociera, nos conocíamos desde hacía dos años, era algo increíble.
Vi que el joven empuño su arma y me apuntó con ella, guardó su celular, y me indicó que saliera a la calle. Pensé que tal vez de esta no saldría, entonces creí que antes de partir de este mundo debía hacer algo noble. Se me ocurrió compartirle la Palabra de Dios al atleta, después de todo había optado por el mal camino, pero tal vez Dios le diera la oportunidad de cambiar, así que me propuse hablarle.
- Bueno, -le dije- si voy a morir, ¿qué diferencia hay que sea acá o afuera?
- ¿Quieres que te despache de una vez? -me dijo acercándose amenazante.
- No, no es eso. Lo que pasa es que si me vas a matar tú o tus amigos, simplemente quiero decirte algo antes de que me suceda lo fatal. Después de todo tú mismo me dijiste que deseara algo antes de morir.
- Bien habla, -retrocedió bajando su cuchillo- pero no pienses escapar, porque la gente está afuera.
- Yo soy cristiano, me convertí hace dos años. Y desde esa fecha en adelante trato de tener una buena conciencia y no hacerle daño a nadie. Así que eso que dicen que he intentado robar no es verdad, porque va contra mis principios.
- Claro, y supuestamente yo debo creerte….
- No sé si me crees o no. Pero lo que te digo es la verdad. Además Fernando me conoce, y me extraña que te haya dicho que no, yo nunca hice daño a nadie, sinceramente yo no mato ni a una mosca. Pero lo que quiero decirte es que así como Dios cambió mi vida, El, también quiere hacerlo contigo. Cristo te ama, y quiere salvarte.
- ¿Salvarme de qué? ¿acaso mi vida está en peligro?
- Por supuesto, salvarte de la esclavitud del pecado, y de que te vayas al infierno.
- ¡Ja,ja,ja,ja! -se reía, mientras contestaba una señal de su radio celular- Oigan chicos vengan a la casa de Eulalia…..lo tengo.
Sentía que me iba a desmayar, pero sería en vano, partiré de este mundo de todos modos, pero lo haré hablándole a mi enemigo del amor de Dios.
Escuchaba gritos y silbidos que se iban intensificando, estaban cerca. No podía creerlo, pensé que estaba soñando, era el lugar perfecto para que me hagan todo lo que quisieran y luego matarme.
- No se te vaya ocurrir correr, sino quieres que te atraviese con esto.
- No lo haré, pero lo que te digo es cierto. Dios te ama, y quiere ayudarte. Ahora si quieres mátame, porque me da igual que muera en tus manos o en las de ellos.
El joven se quedó mirándome y se me iba acercando, yo cerré mis ojos, esperando que al abrirlos me encuentre en el cielo. “Espero que no me duela mucho, Señor”. Esperaba que me hinque con el cuchillo, pero no pasaba nada, “¿Señor, ya estoy muerto acaso?”. Escuchaba las voces de los amigos de su banda que ingresaban profiriendo lisuras y maldiciones, pero no abría mis ojos. “Señor, que acabe esta pesadilla de una vez”. Silencio absoluto. Me sentí tentado a abrir mis ojos, pero estaba con miedo, temía verlos a todos con sus cuchillos listos para despedazarme. Bueno, los abriré. Cuando lo hice vi que todos me miraban, y luego empezaban a reírse a carcajadas. El joven del verduguillo se me acercó y me puso una mano en el hombro y  luego sentí su brazo en mi cuello y me llevó hasta el grupo.
- Sabes Christian, -me dijo con tono amable- tenías razón, Fernando te conoce, y me dijo que no te ponga la mano encima porque si algo te pasaba, yo quedaría manco. Así que tengo que
obedecerlo. ¿Y sabes porqué?….porque él es el jefe de la banda.
Me quedé helado. O sea que mi amigo de la universidad es cabecilla de la mafia. No podía creerlo, bueno a él le hablé muchas veces del evangelio, y me escuchaba de buena gana, aunque me decía que algún día entregaría su corazón a Dios, pero generalmente no tenía interés en las cosas de El.
- Así que te salvaste, puedes irte a tu casa.
Vi a ese grupo de aproximadamente 15 personas que se abrían paso y me decían que me vaya corriendo antes que se arrepientan.
- Saben muchachos….ese compadre no mata ni una mosca como me lo dijo -observó el muchacho del verduguillo.
- Oye sí, porque si hubiera matado una mosca en nuestro barrio, estaría en serios problemas -dijo otro.
Escuchaba las risas y burlas que hacían a mis espaldas, cuando ya me encontraba más o menos a unos veinte metros de donde ellos estaban, escuché que uno de ellos dijo.
- No mata ni una mosca, pero sí mata gorriones
- ¡Qué cosa! -dijo el chico del verduguillo.
Bueno, como generalmente suelo ser obediente, les hice caso, salí corriendo de allí como un lince y especialmente cuando percibí que el gorrión del cual habían hecho mención podía meterme en problemas.
Autor: Walter Delgado - "Las Aventuras de Christian Jesualdo"

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