Enamorarse
es una experiencia maravillosa. Doy gracias a Dios por haber inventado a las
chicas. Pienso que más de una ha intentado robar mi corazón, pero ahora que
estoy en los caminos del Señor, tengo una actitud selectiva, cualquier chica no
se puede enamorar de mí. No es que sea una especie de Adonis, porque aunque me
considero atractivo, no me engrío con mi aspecto físico, sino es que si he de
enamorarme de alguien, pues espero que sea creyente. Esta vez me toco tener la ingrata experiencia
de enamorarme de una joven muy bonita, de escultural cuerpo y con una gracia
especial que de cuando en cuando me hacía babear.
La
conocí en el trabajo, recién tenía una semana de haber ingresado, pero su
encanto me atrapó desde el primer día.
Mis amigos comentaban entre ellos quién sería el primero en mandársele y parece
que se había iniciado una especie de competencia entre los varones para ver
quién la enamoraba primero; en verdad, no quise intervenir en el asunto, pero
su atractivo, aún a pesar mío, me hizo competir. Por supuesto, que no quería
ver todo esto como si fuera una lid para demostrar quién es el mejor macho
conquistador. Era demasiado maduro para ver las cosas así, y en mi caso, pensaba que
los sentimientos eran lo primero.
Mis amigos la querían conquistar para tenerla de vacilón, en cambio si
yo lo hacía era para algo serio.
Sin
embargo, en mi corazón luchaba, “esta chica no es creyente, no puedes seguir
adelante”. Claro, pero de repente el Señor podía hacer que en el camino se
convirtiera y asunto solucionado. La verdad es que batallaba contra mis propias
creencias, y trataba de alguna manera de justificar y de alimentar mis
sentimientos hacia ella creyendo que esto estaba dentro de la voluntad de Dios,
porque “El, sabe que me gusta”.
La
tortura no podía ser mayor, porque la habían asignado para que sea mi compañera
de trabajo, cosa que mis amigos envidiaban, y algo más, no sé si era bendición
o prueba, debía enseñarle la función que desempeñaría, como dijo literalmente
mi jefe “junto contigo”. Le enseñaba, ¡y Dios sabe con qué gusto lo hacía! No
podía evitar mirarla, “Señor, esto es peor que el infierno”, aunque nunca había
estado en él, pero sentía que estaba frente a un ser que no es posible tocar. La Biblia dice que no somos de
este mundo los creyentes, y la verdad que frente a ella me sentía como un
marciano; alguien que no podía, o mejor dicho,
podía pero no debía sentir nada hacia ella, sobre todo porque se trataba
de una relación prohibida. “Ahora, Señor, entiendo lo que debe haber
experimentado Eva frente al árbol de la ciencia del bien y del mal”.
Nos
hicimos amigos, y buenos amigos, todos mis compañeros de trabajo daban por
sentado que yo sería el privilegiado, el escogido para ella. Ahora les
preocupaba cuándo empezaría a cortejarla.
- Oye loco -me
dijo uno de ellos- si no te le mandas, ya fuiste. Acá algunos están esperando
su turno. Por respeto a ti, todavía no hacen nada.
- Gracias, diles
que sigan esperando.
- Oye no es broma.
- Yo tampoco estoy
bromeando.
Por
primera vez sentí que mi fe y mis sentimientos se estaban trenzando en una
feroz lucha dentro de mi corazón, era
una batalla tenaz, “esto me va a volver loco”.
Esto tiene que definirse en algo, ya no puedo más.
- Carla -así se
llamaba esta beldad-, ¿te gustaría salir conmigo esta noche a pasear?
Me
miró sorprendida, pensé que no le agradó lo que le dije, y dije para mis
adentros: “Señor, si me dice que no, entonces entenderé que no es tu voluntad”.
- Pensé que nunca
me lo dirías, Christian, claro que acepto.
La
respuesta de Carla, se escuchó en la oficina, aunque ella hablaba bajito, pero
los chismosos de mis compañeros por el interés que tenían en ella, podían
escuchar hasta lo que pensaba. Todos se volvieron a mí y se desató una ola de
aplausos y risas de júbilo como si le estuviera pidiendo la mano.
El
jefe entró, con su ceño fruncido y cargando una caja llena de papeles, dijo:
- ¿Qué pasa aquí?
¿Es el cumpleaños de alguien? Invítenlo también al jefe, no sean canallas.
- No jefe lo que
pasa es que…… -dijo Piero, el contador, pero lo interrumpí con mi mirada y suplicándole con mis gestos que no diga nada
-, es que Christian nos acaba de contar un chiste.
Conociendo
lo renegón que es el jefe y que no le gusta que perdamos el tiempo, creo que
hubiera preferido que le diga la verdad.
- ¡Con que
chistecitos no Christian! Parece que no tienes nada que hacer. Pues ven ayúdame
en mi oficina, tengo algo para ti, y esta sí es chamba de verdad.
Cuando
escuché esto me alegré y dije “Gracias Señor por tu misericordia”. De esta
manera me libraría de la chica, ya que generalmente estas “chambas” de las que
hablaba el jefe duran días, y así estaría alejado de Carla. Si alguno de mis
amigos quería aprovecharse de esta ventaja, pues que lo haga, al no verla me
olvidaré rápido de ella, estaba feliz cuando de pronto el jefe añadió:
- Pero Carla viene
contigo.
Sentí
por un momento que mi tristeza se convirtió en gozo, pero fue por segundos,
inmediatamente regresó mi suplicio. Es curioso, pero parece que el gozo de mis
compañeros se convirtió en tristeza. “Señor, no sé si esto es una prueba, o es
que el diablo se ha ensañado conmigo. Pero bueno, trataré de ser fuerte, todo
lo puedo en Cristo que me fortalece”.
Esa
noche salimos, la llevé a Larco Mar, nos comimos una pizza, tomamos unos
helados, nos metimos a los autos chocones, y la llevé al cine. Estar con ella
me hacía feliz, ella me miraba, y yo leía en sus ojos que mi compañía le hacía
estar contenta. Nos divertimos bastante.
- Sabes,
Christian, eres un buen chico, me gustas -me lo dijo al oído- Te digo la
verdad, no he visto a otro chico que sea tan atento como tú.
Eso
parecía el inicio de una declaración de amor, que me hacía sentir mal porque
supuestamente yo debía hacerla, pero, volvía mi lucha “ella no es para ti, hombre”. Pero,….”Señor,
me gusta realmente”. Me sentía en una terrible encrucijada, estaba a punto de
confesarle mi amor, pero si lo hago de seguro que voy a meter la pata, y no
sólo una, sino las cuatro. “¿Qué hago Dios mío?”. En cuestión de segundos
percibí la voz de Dios que me decía “Sé fiel hasta la muerte”, pero “Señor eso
es lo que intento, serte fiel”. Carla se me acercaba, puso sus brazos sobre mi
cuello, acercó su rostro hacia el mío, podía oler la fragancia de sus labios, y
el perfume de su rostro, y finalmente caí rendido, no pude evitar besarla
cuando sentí sus labios rozar los míos. “Señor, estoy muerto, ahora sí que me
voy al infierno”. Sentí una sensación agradable, hace tiempo que no besaba a una
mujer, bueno lo hice cuando estaba en el mundo, y aunque deseaba hacerlo ahora
también, esperaba que sea con una hija de Dios, pero me veía besando a la chica
equivocada. Me sentía como si me hubieran violado, como si me hubieran
ultrajado y con mi consentimiento.
- Te amo Christian
-sentí su rostro rozar con el mío, no podía controlar mis emociones, podían más
que mi fe.
- Carla, tú me
gustas, pero…..-tenía que decírselo, ese “pero” se me escapó, y sin darme
cuenta se me presentó la oportunidad de hablarle con franqueza.
- ¿Pero qué mi
amor? -“Señor, ¿porqué tuvo que oír ese pero?”
- Debo confesarte
algo Carlita -“Ay, Señor ¿cómo se lo digo?”- Eres una chica muy hermosa, me
gustas. Sabes desde el primer momento en que te vi. -la clásica confesión-, me
gustaste, y eres agradable, y quiero decirte que…..quiero decirte que…..
- ¿Qué cosa mi
amor? -creo que esperaba que le diga lo que me imaginaba, y lo que esperaban
mis amigos: ¡mi declaración de amor!
- Quiero decirte
que …….que……lo nuestro……….no……-me armé de valor celestial- no puede ser.
Hubo
silencio por unos segundos. Carla deslizó suavemente su brazos de sobre mi
cuello, vi que se sonrojó. Parecía como si estuviera avergonzada, me miró y vi
en su rostro confusión. Noté que se separaba ligeramente de mí. La joven risueña
y alegre que conocí ahora se le veía seria y triste.
- ¿Qué quieres
decir, Christian? Me dijiste hace un momento que te gustaba, me invitaste a
pasear porque te gusto. Tú, me gustas, ¿me estás queriendo decir que no quieres
nada conmigo?
Tenía
que decirle la verdad. Seguramente que lo peor que podía sucederme era que me
diera una bofetada, así que alisté mis brazos para protegerme cual boxeador.
- Mira preciosa…..
- No me digas
preciosa -noté enojo en sus palabras.
- Mira Carlita,
quiero explicarte lo siguiente. Yo soy cristiano…
- Yo también lo
soy ¿cuál es el problema? ….o ¿es que eres algo así como un sacerdote?
- ¡Para nada! Lo
que quiero decirte es que yo entregué mi vida a Cristo, y el Señor me dice en
su palabra que no me una en yugo desigual.
- ¿Yugo desigual?
-acrecenté su confusión- Explícame porque no entiendo nada.
“Dios
mío dame sabiduría para explicárselo”.
- Lo que quiero
decirte es que cuando me convertí a Cristo, mi razón de ser en este mundo ahora
es El. Y la Biblia
dice que no puedo enamorarme de cualquier persona.
- ¿Soy cualquier
persona? -se enojó ahora sí-¿Qué cosa te crees tú? ¿Eres una divinidad acaso?
- No quiero decir
eso Carlita, escúchame. Lo que intento decirte es que debo enamorarme de una
mujer que tenga mis creencias, que sea convertida igual que yo.
- ¿Eso significa
que tú no vas a discotecas, no puedes tomar, fumar? -me miró pensativa y me
dijo:- ¿no puedes hacer el amor?
Esta
pregunta fue como un rayo para mí. Pensé que estaba en la etapa del
enamoramiento, pero parece que ella estaba adelantando algunas cosas. No creo
que haya querido insinuarme eso, pero tomé mis precauciones.
- Mira Carla,
disculpa, los creyentes no podemos tener relaciones sexuales hasta después del
matrimonio -cuando le dije esto, agachó
la cabeza, la vi desilusionada, meneaba su cabeza desconcertada, pude ver
algunas lágrimas en su rostro- Perdóname, soy responsable por haberte
ilusionado de esta manera, pero antes de seguir adelante quería que supieras la
verdad de todo esto….eres una gran chica…y….
- ¡No sigas! -me
interrumpió, colocando su mano en mis
labios, pensé que iba a ser un golpe- Te entiendo. Discúlpame por haberte
besado. Adiós.
- Carla, no te
vayas ¡Carla, por favor!
Vi
que se iba, a medida que la llamaba aceleraba su paso, quise detenerla, pero lo
pensé mejor. Creo que está bien que se haya ido, eso significa que lo
nuestro….no puede ser. ”Sí, Señor, esto no hubiera terminado así, si no me
hubiera ilusionado como lo hice, me lo merezco por desobediente”. Bueno, se
acabó, mañana seré el hazme reír en la oficina. Esa chica no es para mí, otro
mañana la aprovechará, de seguro.
Al
día siguiente, no quise ir a trabajar, pero tuve que hacerlo. Hay que afrontar
las cosas. No soportaba la idea de que mis amigos se burlen, pero en
fin….Cuando llegué el escritorio de Carla estaba vacío, todos me miraban y
esperaban que les dé una respuesta. Esas miradas me hacían sentir mal, pensé
que todos se habían enterado de lo de anoche. Entré a la oficina del jefe y
tampoco la vi allí.
- Christian, tengo
que darte una mala noticia.
- ¿Qué pasó jefe?
- Carla, renunció.
Me
quedé helado. Definitivamente es por mi culpa.
- Tenemos que
buscar otra chica, con lo bien que estaba aprendiendo su labor. Había
congeniado bastante contigo, pero así son las cosas. Regresa a tu escritorio,
esta tarde vendrá otra muchacha, pero esta vez se la asignaré a Joel, de
finanzas.
- Está bien jefe
-“gracias Señor, no quiero otra experiencia similar”.
Salí
de la oficina del jefe. En la hora del refrigerio, todos los muchachos se me
acercaron cual jauría de hienas. Claro querían saber cómo me fue anoche.
- Oye Christian
-dijo uno de ellos- ¿qué le hiciste a Carla que no ha venido a trabajar? -risas
de todos.
- No le hice nada,
y no piensen mal. Salimos a caminar, nos paseamos y nada más.
- Ojala no le
hayas hablado de Dios y esa nota.
- Sí lo hice.
Se
miraban entre ellos, y probablemente intuían en qué terminaría todo.
- Con razón no
vino, la desilusionaste amigo. Un lomo como ese no se desperdicia así no más.
- Christian, estás
grave. ¿Cómo se te ocurre hablarle de Dios a un pimpollo como ése?
- ¡Aleluya!
Christian se salvó del infierno.
- Por eso yo no
voy a la iglesia -dijo otro.
- Oye, loco,
aunque sea me la hubieras dejado a mí. Esa hembra estaba buena, eres un tonto.
Estaba
acostumbrado a escuchar todas esas cosas, prefería oírlas de ellos, antes que
escucharlas de Carla. Espero algún día poder encontrarla y no perder su
amistad.
- ¿Sabes hijo?
-dijo Joel con aires de suficiencia- Te voy a enseñar cómo se conquista una
mujer. Esta tarde viene una preciosura, así tengo entendido, y les daré a todos
ustedes mozalbetes una clase de conquista.
- Sí Christian,
aprende un poco a relacionarte con las chicas, sino te quedarás a vestir
santos. Aprende de Joel.
Bien
dejé que hablen y digan todo lo que quieran. Mi mente solo pensaba en Carla y
en el mal momento que le hice pasar. “Perdóname Señor, espero no haberla
afectado bastante”. Cuando abrí mi
correo en mi computadora vi un mensaje de ella. Lo abrí inmediatamente, me
emocioné al leer lo que decía:
“Christian,
perdóname por lo de anoche. Creo que fui descortés contigo. Me puse a analizar
todo lo sucedido, creo que fui muy atrevida al darte ese beso. Me gustó lo que
me dijiste. Anteriormente cualquier chico que se me acercaba lo único que
quería era vacilarse conmigo, pero tú eres diferente. Creo entender lo que me
dijiste, aunque tal vez no seamos enamorados, por lo menos no me quites tu
amistad. Cariños. Carla”.
¡Y
claro que no perderé su amistad!, era una buena chica. Me sentí mejor y se me
fue la pena. A la tarde todos esperábamos a la belleza que vendría a ser
víctima de Joel. Todos se reían, el jefe había separado a Joel en otra oficina
con la nueva chica. Supongo que se sentiría privilegiado al tenerla sola en ese
lugar. Pero cuando me acerqué para verla bien, pues……. yo sé que no debemos juzgar
a la gente por su aspecto físico, pero creo que esta chica no estaba a la
altura de las expectativas de Joel quien se sentía mal por las burlas de los
compañeros de la oficina.
- Christian, mira
a la nueva compañera de Joel.
Era
una chica gorda, con su cara llena de granitos, y un mal aliento que espantaba
hasta a las moscas, y para remate estaba sudorosa y no se había echado
desodorante. Yo la mire y no pude evitar sonreírme, no por ella, sino por Joel.
Para colmo de males la chica se enamoró
de él. Bueno y para terminar esta historia, le mandé un mail a Joel en el que
le decía: “Estoy esperando la clase que me prometiste”.
Walter Delgado
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